Tal día como hoy, festividad de San Andrés, se abatió sobre la isla de Gran Canaria un intenso y desmesurado temporal de lluvias siendo los municipios de Tejeda y Agaete los que se llevaron la peor parte por ser los mas castigados. Los daños causados superaron con creces lo inimaginable, especialmente en Tejeda, donde hubo llantos y lágrimas, con un saldo sombrío de destrucción y, lo peor de todo, la perdida de cuatro vidas humanas. El Gobernador Civil de entonces, acompañado de la Benemérita, inspeccionó in situ la zona cumbrera afectada quedando abrumado por los innumerables estragos.
En Guía afortunadamente no hubo que lamentar desgracias personales pero si hubo cuantiosos daños sobre todo en la agricultura. El aciago temporal tuvo sus inicios a lo largo del día veinteinueve e intensificándose por la noche y la madrugada del día treinta con una lluvia persistente y por momentos torrencial. Por la mañana, el temporal había amainado en la costa pero una descomunal y negra cortina de agua se desplomaba en tromba sobre las medianías y cumbres del municipio por espacio de unas horas. El barranco, cuyo cauce discurre en paralelo a la ciudad y lleva su nombre, se convirtió en un apocalíptico torrente que enmudeció a la multitud de curiosos que acudieron apresurados en masa atraídos por el inusual caudal y que se agolpaban en sus márgenes. Era tal el volumen de agua que llegó a superar los cinco metros de altura a su paso por La Madre, ubicada en Las Boticarias, desbordándose en varios tramos y engullendo todo lo que encontraba a su paso. Algunos testigos presenciales, a los que el suceso impactó psicológicamente, recuerdan aún hoy como el ensordecedor ruido de sus turbulentas aguas unido al arrastre de piedras de gran tamaño, se podía oír a más de un kilómetro de distancia. Su imponente ferocidad fue tal, que se llevó por delante las tres pilastras del puente en plena construcción que une hoy el casco de la ciudad con la Vega Grande y el barrio de Anzo, fincas arrasadas y muros de contención destruidos, así como ganado vacuno, ovino y caprino fueron igualmente arrastrados por las aguas y llevados al mar.
A día de hoy no se recuerda otro barranco de tal envergadura.
Un saludo.
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