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MensajePublicado: 05 Dic 2007, 17:42 
A continuación reproduzco un valioso artículo de Pedro Socorro publicado en la “Revista Pronto”- Sucesos Históricos-, que narra al detalle el demoledor aluvión que azotó a la Villa de Agaete en la noche del miércoles del día 19/02/1896 y que parece haber sido “la madre de todas las tempestades” de su historia. Anómalo episodio éste que fue capaz de modificar el perfil del Valle y el cause del barranco cuando distaba unos cuatrocientos metros del templo parroquial para dejarlo en los seis que tiene actualmente. Sencillamente impresionante. 8O 8O

El temporal más fuerte que azotó a Gran Canaria a finales del siglo XIX dejó una profunda huella en el Valle de Agaete. Lluvias torrenciales, truenos y rachas de violentas de viento extendieron la destrucción por todo aquel término municipal, alcanzándose dimensiones dantescas y los trazos y características de un hurancán. Ignorantes de lo que se les venía encima, los vecinos de Agaete de 1896 fueron testigos del que fue el peor temporal sufrido en su comarca en toda su historia.
A medida que transcurría las horas de la noche del miércoles 19 de febrero se derrumbaban casas, puentes, fincas y acababa con la vida de un matrimonio anciano del barrio del Rincón. La situación atmosférica era alarmante. El pánico de los vecinos del Valle ante el fragor de los relámpagos y el estruendoso bramar de las aguas. Aunque la isla sufría los efectos del mal tiempo, Agaete fue, con diferencia, el pueblo donde el temporal de 1896 resultó imposible de olvidar, marcando para siempre a este pueblo de pescadores.
El relato del suceso en la prensa no dejó lugar a dudas sobre lo vivido. “La catástrofe fue de tal magnitud que las páginas de la historia de esta Isla no registra ninguna igual, ni siquiera que se le asemeje”, como atestigua una de las crónicas del periódico La Patria que titula su primera página con “Los Desastres de Agaete”, tras conocer, mediante telegramas, los estragos provocados por el huracán. El Diario de Las Palmas, por su parte, dedica al asunto varios artículos y nos cuenta también: “No hay memoria de una avenida (de agua) semejante, asegurándose que el nivel de la corriente excedía de más de seis metros al de las mayores que se recuerdan”.

ACIAGOS MOMENTOS

Aciagos momentos aquellos. A cada instante aumentaba la zozobra, a cada rato era mayor la angustia de los vecinos en un embravecido oleaje. Techumbres enteras entramadas, eran empujadas por los aires, convertidas en enormes elementos volantes y diseminados por la tragedia.
La muralla de contención del pequeño caserío fue derrumbada y las casas arrastradas por las aguas, mientras los sorprendidos vecinos huían por las calles buscando dónde refugiarse. La iglesia parroquial quedó a solo seis metros del nuevo e impetuoso cause, cuando horas antes distaba a cuatrocientos metros.
En vista del peligro que suponía que las aguas inundaran la cercana parroquia matriz de Nuestra Señora de la Concepción, el párroco Antonio Medina Jiménez, natural y vecino de Agaete con la ayuda de sus comarcanos, rescataron las imágenes del interior del templo como la de la patrona, efigie de Nuestra Señora del Carmen, San Juan Bautista, como la Purísima y Santa Rita, entre otras cosas y las trasladaron a la ermita de San Sebastián. El corazón de Agaete se inundaba sin control.
Al menos siete casas – cinco de estas situadas en la plaza de la iglesia- cayeron derrumbadas por el empuje de las aguas sin que fuera posible salvar los muebles de ellas. “Apenas han permanecido en pié las fachadas ruinosas”. Sus moradores fueron evacuados a toda prisa ante el riesgo inminente que corrían. La misma precaución se adoptó con otras viviendas que milagrosamente escaparon del siniestro. No así el numeroso ganado que fue arrastrado hacia el mar.
“Toda aquella zona presenta un aspecto lastimoso, como si hubiera pasado por allí las furias de la desolación: no restan sino fragmentos de construcciones, objetos múltiples flotando sobre la avenid, tierras desbastadas y profundamente modificadas en su estructura por el paso de las aguas”, agregaba El Diario. Con la caída del Sol, Agaete se replegó sobre sí misma temerosa y confiada se alejara de ella las desatadas fuerzas de la naturaleza. Lo peor ya había pasado. Al mediodía, tras cinco horas de horrible ansiedad, la tormenta fue amainando continuando a intervalos las lluvias y el viento. Y entonces pudo observarse los estragos causados por la tormenta.

ASPECTO DESOLADOR

El aspecto del pueblo era ya desolador. Fincas fértiles donde los agricultores del valle obtenían el día anterior sus sustentos y su medio de vida quedaron alegadas, o simplemente, desaparecieron del territorio. “La consternación es indescriptible y el estado de los ánimos inenarrable”, narraba La Patria. Todavía era inmenso a esa hora el caudal de agua que llevaba el estrecho cause del barranco, que lo ensanchaba a su capricho, sin que obstáculo alguno resistiera su avasallador impulso.
Todas las huertas y fincas anexas a la iglesia desaparecieron en un santiamén. Igual que la fuente de abasto público, la que los vecinos se surtían para su consumo. Tampoco quedó rastro alguno de los canales de riegos, y de la carretera y el puente, a la salida del pueblo y que comunicaban, el Valle con el Puerto de las Nieves. Sólo quedaron cuatro metros de vía de los 250 que formaban la desaparecida carretera. Un matrimonio del Rincón fueron las únicas víctimas que hubo que lamentar de la tragedia. El barrio de San Germán, situada en la meseta de un risco, quedó incomunicado del pueblo, convertido en una improvisada isla. “La angustia de este vecindario puede calcularse cual sería teniendo en cuenta que le rodeaba el agua y que no había posibilidad de escapar de sus fatales efectos”, asegura La Patria. También en el lugar conocido por La Suerte, unas quince fanegadas de tierras con sus casas de labor fueron arrasadas. El pánico de los vecinos por el paso del temporal fue de tal calibre que la noche siguiente los habitantes se refugiaron en una loma cercana, temiendo que el huracán se reprodujese.
El mal tiempo se extendió de oeste a este. En el puerto la mar estaba picada e innavegable y las pequeñas embarcaciones y falúas de los pescadores mantenían fuertemente las amarras echadas en el muelle. El viento erizaba el agua del mar, arrojándose con furia contra la costa y las ventanas de las humildes casas de los vecinos.
Allí se observaba flotando escombro de toda clase como restos de un gran naufragio que ahogaba más y más a la villa marinera. Con todo, el servicio de cabotaje del Puerto de las Nieves, con la Aldea de San Nicolás quedó interrumpido, viniendo agudizar el problema que el paro naval producía.
Mientras tanto, anoche había pasado, pero ni la lluvia ni el viento desaparecieron del todo. Con la luz del día era el momento de hacer un primer balance. El arquitecto Laureano Arroyo; el secretario del Obispo Cueto, y el señor Hernández, ingeniero de obras públicas, visitaron de urgencias el pueblo para determinar sobre la marcha algunas decisiones, mientras los vecinos, obreros y voluntarios quedaron exhaustos tras la dura lucha planteada. Las consecuencias que dejó tras de sí la acción combinada del agua y el viento huracanado fueron dramáticas.
Uno de los cálculos aproximados hablaba de daños materiales por valor de ¡más de un millón de pesetas!; otro decía que las pérdidas no bajaban ¡de los 250.000 duros!.
Las noticias sobre lo acontecido en el Valle sucedieron imparables y corrían como la pólvora por todos los rincones del archipiélago.
Los Desatres de Agaete dieron lugar a una gran oleada de solidaridad y generosidad.
Los donativos abundaron, desbordando cualquier previsión inicial e inyectando unas imprescindibles dosis de moral a los vecinos, abriéndose numerosas suscripciones públicas para ayudar a las víctimas. La Isla se comportó como de ella se esperaba. Confiada y esperanzada sabedora de que se iba a necesitar muchos años en volver a ser lo que una vez fue, Agaete culminó los últimos años del siglo XIX la empresa de su reconstrucción. Un siglo después, curiosamente, este pueblo ha vuelto a sufrir una situación parecida, aunque no tan horrible como entonces. La violencia de un nuevo huracán, El Delta, dejó sin dedo hace un año y medio al monumento natural del Dedo de Dios. Pero en 1.896 el corazón de Agaete se hizo agua.


Ahora que cada uno busque y rebusque y haga su propio análisis de estudio y, si es posible, exponer aquí su particular opinión.
Un saludo.


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MensajePublicado: 05 Dic 2007, 18:17 
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Registrado: 29 Dic 2002, 18:17
Mensajes: 10447
Ubicación: La Laguna TF207(510 msnm) - La Orotava S/V(340 msnm) - Ravelo (800 msnm)
Espectacular. Lenguaje similar al de la gran avenida de 1826. Otro rasgo más de nuestras islas: la irregularidad y torrencialidad de las precipitaciones. Volverá a pasar.

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Vista del Valle de la Orotava hacia el NW Ahora OFF LINE
Estación La Laguna: http://www.acanmet.org/estaciones/TF207/TF207.htm ON LINE
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MensajePublicado: 05 Dic 2007, 18:25 
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Registrado: 05 Dic 2003, 22:01
Mensajes: 3332
Ubicación: Telde (GC) ó Madrid
Coincido.

Viendo los reanalisis. Aunque la verdad desconozco en que se basan para hacerlos. Tiene pinta de algo de eso.


No tiene los permisos requeridos para ver los archivos adjuntos a este mensaje.

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Juan Jesús


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MensajePublicado: 05 Dic 2007, 20:51 
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Registrado: 28 Dic 2002, 20:31
Mensajes: 6401
Ubicación: Puerto del Rosario, 20 mts altitud, Fuerteventura
Reanalisis¡ esta vez si que la pillamos, jeje. Parece una situacion del Sur muy efectiva. Es curioso que la zona de Agaete haya sido la mas afectada. No suele estar tan expuesta como las zonas del S, E o SW. Una dana, tal vez ? Meyer recogio un caso de una dana que dio lluvias muy intensas en esa zona en los 50, lo recuerdo cuando expuso su trabajo sobre episodios intensos en GC durante el siglo veinte en el DMM de este año. Me suena mas a dana que a temporal del SW.

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Solo soy un vigía, amigo del jardinero, que espera por el día , en que llegara el aguacero -Silvio Rodríguez


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